El viaje del eterno presente
- Despeinando el Mundo
- 9 feb 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 14 mar 2021
Hace mucho tiempo tenía curiosidad por iniciar en el mundo de los blogs. Pero surgían siempre las mismas preguntas ¿Qué tengo para contar? ¿alguien se interesará en lo que escribo? Decidí que simplemente lo haría para ver que surgía.

Cuando me refiero a viaje, lo hago en una manera muy amplia. Desplazarme a un lugar inexplorado es uno de los más grandes placeres para mí y sé que para muchos otros también. Las aventuras e historias que pueden aparecer en el camino son grandes maestras de la vida.
En uno de mis viajes, tuve curiosidad del por qué la sensación de estar viva y feliz era más potente en estas travesías que cuando me encontraba en mis actividades diarias. Pensaba que quizás si pudiera tener esta sensación diariamente, hasta en las pequeñas cosas de la vida, todo sería increíble.
Sin embargo, no sabia a qué se debía.
Un día cualquiera lo descubrí. Cuando viajamos, estamos 100% presentes en lo que estamos experimentando. Pasado y futuro desaparecen. Apreciamos el ahora de una forma mágica y por eso siempre aspiramos volver a las vacaciones.
En la vida diaria esto desaparece. Nuestros cuerpos funcionan mecánicamente. Florece la tristeza, que no es más que un exceso de pasado. Y algunos (como yo) sufrimos de ansiedad, que resulta ser un exceso de futuro.
¿Cuántos de nosotros dejamos de darle importancia a la cena con nuestros seres amados? ¿cuántos aborrecemos madrugar para ir a trabajar?
En el momento que dejamos de pensar en lo que puede pasar o ya ha pasado, empezamos a disfrutar de lo que está pasando.

Hace años tuve varios momentos de angustia por cosas que jamás llegaron a sucederme. Mí mente se divertía imaginando los peores escenarios y yo los interpretaba sin controlar nada en ellos. El miedo resultó ser mi compañero e incluso a veces asoma nuevamente. Sabiendo que eso no era sano, busqué refugio en la meditación. Esta práctica, de la que soy una amateur aún, me ha abierto a un mundo que deseo recorrer. Un viaje interno por mis propios rincones.
No se trata de salir corriendo a renunciar. Dejarlo todo e ir al Tibet para buscar la paz interior, sino de aprender a aceptar. Aprender a soltar. Ser más gentiles con nosotros mismos. Pero, sobre todo, aprender a “SER”.
Y yo, que vivo despeinada, decidí iniciar este proceso de aprender a estar más presente. Debo confesar que no siempre lo consigo. En ocasiones olvido esta pequeña pero importante premisa. Un viaje que hasta ahora estoy iniciando.
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